lunes, 7 de enero de 2013

Cuatro características de un verdadero adorador


Al contrario de lo que en ocasiones se escucha, adorar a Dios no tiene que ver, necesariamente, con música. Dicho de otra forma, la música es tan sólo una de las maneras en que se manifiesta la adoración.

De lo anterior se desprende, también, que la adoración tampoco tiene que ver con algún tipo de género musical o ritmo. Algunas veces se dice en las congregaciones que la música de adoración es aquella que posee ritmos lentos, y la de alabanza la que se interpreta con ritmos musicales más "rápidos" o "avivados". Pero tampoco esto es, necesariamente, así.

La adoración es una actitud de entrega total a Dios. Cuando el Señor Jesús se encuentra con la mujer samaritana, en el evangelio de Juan capítulo 4, desecha todo tipo de formalismos o ritualismos, pues lo importante no es adorar, "en este monte ni en Jerusalén" (Jn. 4.21), sino, "en espíritu y en verdad" (Jn. 4.23). Es decir, no importan tanto las formalidades, sino la actitud del corazón. Dios no está tan interesado en los ritos majestuosos, o en grandes conciertos, sino en corazones que, desde un espíritu genuino, adoren con la veracidad de su testimonio, con su vida y con frutos de conversión y arrepentimiento.

Compartimos este estudio en el que analizamos cuatro características -tan sólo cuatro de muchas más- de un verdadero adorador. De manera resumida, podemos decir que un verdadero adorador:

1. Es perseverante en la fe, como lo fue José, aún en medio de la prueba (Gén. 37-39).

2. Abre su corazón sinceramente a Dios, como lo hizo, una y otra vez, David (II Sam. 24; Sal. 22).

3. Se entrega a Dios completamente, aunque su vida esté en peligro, como lo hizo Daniel (Dan. 6).

4. Procura ver a los demás con los ojos de Cristo (Jn. 5.30, 13.34-35). 

Si quiere acceder al estudio completo y descargarlo dé click aquí.