domingo, 18 de diciembre de 2016

Salmo 11: El refugio inconmovible






Introducción
David, en reiteradas ocasiones, se vio urgido de huir para salvar su vida (cf. I Samuel 21, 22). A pesar de ser la persona que Dios había escogido para reinar, no se vio eximido de sufrir injusticias y temores. El salmo 11 expresa algo de ese contexto de vida del “Dulce cantor de Israel”. Aunque el texto no indica específicamente las circunstancias en que fue escrito, es posible deducir de su contenido que nos encontramos ante la experiencia de una persona que se ve amenazada; tal es el caso de David, antes de ser proclamado rey de Israel. El canto está dirigido al músico principal. Su estructura puede ser estudiada siguiendo el siguiente bosquejo: versículos 1 al 3: el consejo de escapatoria; versículos 4 al 7: refugio y confianza en el Dios de Justicia.


Propósito
Cuando los consejos al salmista —bienintencionados talvez— muestran como única opción la huida, David recuerda que Dios es su refugio y que él reivindicará la causa de los justos. La desesperanza se enfoca en el temor y en el poder de los enemigos; la confianza se fundamenta en la acción de Dios y en su poder. En el Nuevo Testamento, los creyentes son exhortados a que confíen plenamente en el Señor a pesar de las más adversas circunstancias; es la experiencia que queda perfectamente ilustrada en los discípulos que enfrentan atemorizados la tempestad (Mateo 8.26).
Por otra parte, el salmo 11 podría tener también una aplicación, más allá del individuo, eclesiológica. La Iglesia está confrontada con los poderes de este mundo; sufre persecución y muchas veces no ve escapatoria o refugio seguro. Ante estas circunstancias, conviene recordar que la palabra final, el juicio escatológico sobre justos e injustos, le corresponde a Dios, quien no dejará pasar por inocente al culpable y quien, al mismo tiempo, enjugará toda lágrima de sus hijos.


Comentario
El versículo 1 comienza con una declaración solemne: “en Jehová he confiado”. El salmo inicia mencionando cuál es el fundamento de su fe. Se puede confiar en Dios porque él es Justo (v. 7). A pesar de eso, David enuncia el consejo de aquellos que le recomiendan huir. Desde la perspectiva de ellos, los malvados tienden su arco y disponen sus saetas para atacar; desde lo oculto se enfilan contra los justos, al punto de pretender destruir los fundamentos del templo o tabernáculo (v. 3). Estos tres primeros versículos deben ser vistos desde la perspectiva de la persona que busca refugio en el tabernáculo o el templo, donde está la presencia de Dios. El temor radica en que aquel lugar de escapatoria sea destruido hasta sus cimientos (cf. Versión Dios Habla Hoy).
La respuesta de David es contundente: no es un lugar de escape el que necesita, sino un sitio de refugio. Más que escapar, lo que tiene a disposición quien confía en el Dios de Israel es un espacio de resguardo y confianza. Si los cimientos del tabernáculo o del templo son destruidos, los cimientos del santo templo de Dios (v. 4) no serán conmovidos jamás, pues él tiene su trono en el cielo. El fundamento del justo juicio de Dios es el corazón del justo. Dios ve los corazones y sopesa las intenciones. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento esto debe ser entendido a la luz de la justificación: no es justo el creyente con base en sus buenas obras, sino por la obra de redención que Dios, en Jesucristo, ha realizado.

Si los malvados acechan al justo, se verán sorprendidos por el ataque de Dios. Ellos permanecen ocultos para atacar por sorpresa; no obstante, los sorprendidos serán ellos, pues Dios enviará un ataque desde el cielo, a la manera que destruyó a Sodoma y Gomorra. El salmo finaliza enfatizando el carácter justo de Dios y añade una promesa: “el hombre recto mirará su rostro” (cf. Mateo 5.8).

sábado, 16 de julio de 2016

Salmo 10: Jehová, Salvador de los desvalidos






Introducción
Mientras que el salmo 9 extiende su mirada hacia la futura intervención divina que hará justicia al fin de los tiempos, el salmo 10 mantiene el centro de gravedad en la era presente, donde parece que la injusticia triunfa. El décimo canto del Salterio trata el problema de la injusticia, plasmado en la inquietud que ocasiona la vida —aparentemente victoriosa— de los malvados.
El canto, que probablemente haya sido uno solo con el salmo 9, no tiene título ni indicaciones de carácter litúrgico o musical. Una manera de delinear sus contenidos es la siguiente: los versículos del 1 al 11 describen los alardes de quien vive alejado de Dios y desafía a la Justicia Divina. Los versículos 12 al 18 registra la oración de la víctima que clama a Dios por justicia.


Propósito
No existe un propósito expresamente indicado en el salmo; tampoco hay una referencia histórica que deje constancia de la época en que se escribió. Simplemente el cántico enfrenta al lector con un problema que, más allá de ubicaciones precisas o contextos históricos, parece ser una de las interrogantes que siempre ha atormentado a la mente humana: ¿por qué quienes viven de manera injusta parecen no sufrir ningún agravio? Desde este punto de vista, el tema del salmo no carece de actualidad. Por el contrario, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es posible encontrar una teología acerca del problema de la Justicia y la Retribución (así por ejemplo todo el libro de Job, en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo Testamento algunos pasajes como Lucas 18.1-8, Juan 9.1-12, Apocalipsis 6.10). Tanto en el salmo, como en los pasajes citados, la Escritura claramente enseña que Dios no actúa tardíamente, sino que es clemente y misericordioso hacia todos los seres humanos. No obstante, algún día el Señor establecerá su Reinado de Justicia Perfecta y Perpetua.


Comentario
Los versículos del 1 al 11 describen al hombre alejado de Dios. El pecado más grande del ser humano es la soberbia; en el caso del hombre descrito aquí, esta soberbia se vuelca tanto en contra de Dios como en contra del prójimo. La persecución del malvado contra el humilde es descrita en Dios Habla Hoy como “rabiosa”. Irónicamente, al igual que en el salmo 9.15, las trampas y los artificios de los malvados operan contra ellos.
El salmo es rico en descripciones acerca del malvado y su manera de proceder: su rostro es altivo (v. 4); sus pensamientos niegan a Dios (v. 4); sus caminos son torcidos (v. 5); su corazón confía en sus propias fuerzas (v. 6); su boca es engañosa y fraudulenta (v. 7); sus ojos están llenos de furia (v. 8).
No obstante, sus desprecios y su arrogancia no son más que bravuconadas, pues en el fondo teme la acción divina; de ahí su fallida esperanza de que Dios no le juzgue (v. 11).
A partir del versículo 12, la oración del sufriente abre paso, paulatinamente, a una fe inquebrantable. En primer lugar, tal como también aparece en el salmo 9.19, el salmista ruega para que Dios “levante” su mano (alzar la mano puede ser un gesto de juramento: cf. Ezequiel 20.5, 36.7; o bien un gesto que indica la intervención poderosa de Dios: cf. Miqueas 5.9).
Contrario al deseo del malvado en el verso 11, Dios no esconde su rostro del necesitado y el desvalido (v. 14). Algún día Dios pedirá cuentas “hasta que no quede nada pendiente”, (v. 15, Dios Habla Hoy).
Al igual que el salmo 9, donde al final el salmista recuerda que el ser humano no es Dios; el 10 enfatiza que el hombre no es más que polvo y tierra, al cual volverá al morir (v. 18, Dios Habla Hoy: “¡que el hombre, hecho de tierra, no vuelva a sembrar el terror!”).

sábado, 21 de mayo de 2016

Salmo 9: Alabanza por la justicia de Dios






Introducción
Es probable que el salmo 9 y el salmo 10 hayan sido inicialmente un solo canto que posteriormente fue dividido. Mientras que el texto hebreo mantiene la división, la Septuaginta los une. Hay razones para pensar que, efectivamente, fueron un único canto, entre ellas que el salmo 9 tiene una forma acróstica que continúa en el 10. Además, el tema del salmo 9 es ampliado y continuado en el 10. Finalmente, el salmo 9 termina con la indicación selah, que señala una pausa en el canto. Mientras que las versiones católicas romanas siguen la numeración de la Septuaginta, las versiones protestantes mantienen la separación contenida en las versiones hebreas.
En cuanto al tema del salmo, se ve claramente que en los versículos del 1 al 12 el salmista exalta a Dios por la victoria concedida, mientras que del 13 al 20 el cantor habla acerca de la confianza en medio de la adversidad.
El canto se le atribuye a David y está dirigido al músico principal o al director del coro. Sobre Mut-labén es una frase oscura. Algunos han dicho que el significado original viene del hebreo “al-mût-labbēn” (“acerca de la muerte del hijo”). Otros han sugerido que significa “según Alamot”: “cantado por varones con voces agudas”[1]. Finalmente, otras traducciones dicen que debe entenderse como una indicación para que el canto fuera interpretado con flautas y arpas.



Propósito
El centro sobre el que gira el salmo 9 (y también el 10) es la necesidad de cantar al Señor porque Él es el Rey de toda la Creación. Además, el salmo añade que en presencia de ese Rey Majestuoso comparece, para alcanzar misericordia, el desvalido. El salmo combina el canto de exaltación con la lamentación y la súplica. En el orante se mezclan tanto la esperanza vivida en los momentos de victoria, como el desconsuelo sufrido en la angustia. Pero quizás lo más importante que encontramos en el canto es la confianza del salmista que no se desespera hasta desfallecer, sino que espera pacientemente la intervención salvadora de Dios.


Comentario
                Toda la primera parte del salmo (vv. 1-12) mantiene un tono positivo; es una reflexión sobre la grandiosa intervención liberadora de Dios. La expresión inicial hace referencia a las dos fuentes principales de la alabanza: las acciones de Dios y su misma persona. La palabra “maravillas” se refiere a los grandes milagros de la Redención (cf. Salmo 106.7, 22), a las acciones de la experiencia diaria (cf. Salmo 71.17), así como a las Escrituras (cf. Salmo 119.18).
El salmista confía, más que en sus propias fuerzas, en el rescate oportuno de Jehová; por eso canta acerca de su justicia. Los verbos en pasado de los versículos 5 y siguientes se conocen como “proféticos perfectos”, modo de escritura característico del Antiguo Testamento en el que se describen acontecimientos futuros como si ya hubiesen ocurrido. El profético perfecto expresa un enorme grado de confianza y certeza. Los versículos del 9 al 11 señalan que Dios es el Defensor de los débiles, el “Vengador” de su sangre (cf. Génesis 4.10).
Los versículos de la segunda parte del salmo enfatizan la confianza en las proezas de Dios y añaden una apelación directa a la acción. Los verbos del versículo 15 parecen indicar nuevamente el uso del “profético perfecto”. El destino final de los malos y la exaltación de Dios, así como la condición efímera del hombre, concluyen el canto.


[1] Derek Kidner. Salmos 1-72. Traducido por Adriana P. de Bedoian. . Ediciones Certeza: Buenos Aires, 1991, p. 38.

sábado, 7 de mayo de 2016

Salmo 8: La Gloria de Dios y la dignidad del hombre






Introducción
El salmo 8 es un pequeño tratado de antropología veterotestamentaria. En él es posible ver, de manera clara, dos principios que están en la comprensión bíblica del ser humano: 1) el hombre ha sido creado para alabar a Dios y 2) Dios le ha otorgado autoridad al hombre sobre el resto de la creación, con el fin de que sea su administrador. En una hermosa economía de palabras, el salmista logra sintetizar las relaciones de Dios con el ser humano y la relación del ser humano con la naturaleza. El salmo puede dividirse de la siguiente manera: la alabanza de la gloria de Dios (vv. 1-2); la pregunta por el hombre (vv. 3-8), alabanza conclusiva (v. 9).
El canto está dirigido “al músico principal” o al “maestro del coro”. Con respecto al epígrafe “sobre Gitit” no hay mucha claridad. Es claro que hace referencia a Gat, una región filistea cuyo nombre significa “lagar”; sin embargo, no sabemos más al respecto. Se han sugerido tres posibles interpretaciones: 1) el salmo era un canto que se entonaba en los lagares, en tiempos de la vendimia (que coincidía con la celebración de la Fiesta de los Tabernáculos), 2) el salmo debía entonarse con la melodía guitita, o 3) el salmo debía entonarse con un instrumento musical proveniente de Gat.


Propósito
El salmo 8 encierra, en un himno de alabanza, la perspectiva del salmista acerca de Dios y el ser humano. El canto contiene la pregunta que ha desvelado a filósofos y teólogos a lo largo de los siglos: ¿qué es el hombre? Con sencillez solemne el salmista contesta que el ser humano es creación suprema de Dios y que ha sido coronado de gloria y honra; pero a la vez, le coloca en la posición que le corresponde: ser un adorador del Dios supremo.
                El cantor se asombra ante el misterio de la Creación y de la vida. Exalta a Dios, quien ha puesto en la boca de los humildes (de los pequeños) una mayor comprensión de la alabanza. El Nuevo Testamento concentra todo el misterio que encierra la creación del ser humano —y que narra el salmo 8— en la persona de Jesucristo, quien en su condición de Dios Encarnado ha sido elevado hasta lo sumo y es la primicia de los que resucitarán en la Consumación y la Nueva Creación.


Comentario
                Los dos primeros versículos resumen el contenido del salmo. El Dios glorioso, cuya majestad llena toda la tierra, es también el “Señor nuestro” (“Dueño nuestro”, Biblia del Peregrino). La alabanza se entona desde lo alto, pero también desde las cunas, en los balbuceos de quienes, como los niños, reconocen la fragilidad humana y celebran con alegría y gozo la manifestación de Dios en medio nuestro (cf. Mateo 21.12-17). Tal como dice Luis Alonso Schökel: “¿Qué es el hombre? Puede ser un Prometeo rebelde, puede ser un infante que alabe a Dios” (Biblia del Peregrino).
De las criaturas de Dios, solamente el hombre puede preguntarse acerca de su esencia. Hasta donde sabemos, solamente el ser humano tiene inquietudes existenciales y pregunta acerca de su propio ser. Ahora bien, la pregunta acerca del qué es el hombre se hace en la Biblia con diferentes matices. En el salmo 144.3-4 expresa lo efímero de la vida humana; en Job 7.17 manifiesta una plegaria ante el sufrimiento humano; en Job 25.6, a manera de afirmación, se ve la pequeñez del hombre. Nada de esto está en el salmo 8, que resalta la dignidad del ser humano; dignidad que Dios mismo le ha otorgado al hacerlo “poco menor que los ángeles” y al hacerlo señorear, como dice Génesis 1.26, sobre la naturaleza. Finalmente, el salmo cierra con las mismas palabras de exaltación que expresó el salmista al inicio. Al haber realizado un recorrido sobre toda la creación, estas palabras ahora adquieren un sentido más amplio, a la vez que reitera que, mucho más sublime que la creación misma, es su Creador.