sábado, 9 de abril de 2016

Salmo 5: ¡Dios, manifiesta tu justicia!






Introducción
El salmo 5 contiene la súplica de alguien quien ha sido acusado injustamente y espera que Dios se manifieste a su favor. Es un salmo matinal en el que tres de sus estrofas están directamente dirigidas a Dios, mientras que las otras dos presentan una fuerte denuncia contra los enemigos.
Frente a las acusaciones de sus adversarios, el salmista se presenta de mañana delante de Dios y espera la manifestación de su justicia. Podríamos dividir las estrofas del salmo de la siguiente manera: a) la oración matinal por justicia (1-3), b) Dios es Justo (4-6), c) entramos a su presencia gracias a su misericordia (7-8), d) las mentiras del enemigo (9-10), e) Dios defiende a los que confían en Él (11-12).
El salmo se le atribuye a David, aunque ignoramos las circunstancias en que fue escrito. Con respecto a “sobre Nehilot”, como ocurre en otros salmos, es una indicación técnico-musical que probablemente indica que es un himno para ser interpretado con flautas.



Propósito
El salmo 5 es un fuerte clamor para que Dios manifieste su justicia. El orante eleva su voz para que Dios le ayude y le salve. Indudablemente, el salmo se inscribe dentro de la perspectiva del derecho contenido en la Torá, y en los preceptos dados por Dios al pueblo de Israel, los cuales señalaban reiteradamente que Dios actúa siempre a favor de aquellas personas que son tratadas injustamente. Ahora bien, desde el punto de vista del Nuevo Testamento, el salmo 5 puede entenderse desde la perspectiva de quienes, por la justicia de Dios manifestada en Cristo Jesús, tenemos acceso al Lugar Santísimo y somos justificados por Él. Finalmente, el salmo puede interpretarse, tal como lo hicieron los reformadores (Lutero, Calvino), desde la perspectiva de una Iglesia que, aunque es acusada injustamente esperando que caiga, es sustentada, fortalecida y justificada por el poder de Dios.


Comentario
En los primeros versículos (1-3) es posible encontrar una marcada continuidad entre un “gemir” (un “susurro” o un “murmullo”), un profundo clamor y una oración bien articulada. La mañana era la hora en que se impartía la justicia (II Sam. 15.2, Jer. 21.12). Al referirse a Dios como “Rey”, David se ubica en la perspectiva correcta: mientras él era el Rey de Israel, Jehová es una autoridad superior.
Los versículos del 4 al 6 se presentan como un crescendo que manifiesta, en términos negativos, que Dios no se complace en la maldad y que, por el contrario, terminará destruyendo a los sanguinarios. Por supuesto, el salmista también comprende que delante del Señor no hay justicia humana que valga, y que si se pide que Dios actúe en nuestro favor, dicha petición está basada únicamente en una confianza férrea en su misericordia, tal como lo dice en el versículo 7.
Los versículos 9 y 10 expresan el carácter de los acusadores y sanguinarios de los que hablan los versos 6 y 7. En Romanos, Pablo utiliza estas mismas palabras para referirse a la humanidad en su totalidad (Romanos 3.13). Es interesante vincular lo que David dice en el versículo 10 con el episodio de la rebelión de Absalón (el cual sería el contexto del salmo 3), especialmente con quien fue su consejero: Ahitofel, padre de Eliam, uno de los valientes de David, quien a su vez era padre de Betsabé (II Samuel 23.34; II Samuel 11.3). Ahitofel, abandonando a David, se unió a Absalón (II Samuel 15.12, 31; 16.20 y ss.).
Finalmente, los versículos 11 y 12 destacan la alegría que deben tener aquellos que confían en Dios, quien es como un escudo alrededor de sus hijos.