viernes, 22 de abril de 2016

Salmo 7: El justo juicio del Señor






Introducción
El salmo 7 es la oración de alguien que necesita la justicia divina, pues ha sido acusado arbitrariamente. El cántico avanza desde el ruego personal del orante, traicionado en el pasado y perseguido en el presente, hasta la confianza férrea en Dios, Juez de toda la tierra. El salmista también recalca que la maldad termina por destruirse a sí misma.


En cuanto a su forma, el salmo se puede dividir de la siguiente manera: la oración del sufriente (v. 1-2), el juramento de inocencia (vv. 3-5), Dios es un Juez Justo (vv. 6-11), la consumación del pecado (vv. 12-16), acción de gracias (v. 17).


El salmo se atribuye a David. Aunque no se conoce nada acerca de Cus, el personaje mencionado en la introducción, es interesante notar que después de la rebelión de Absalón, miembros de la tribu de Benjamín —la tribu a la que pertenecía Saúl— se levantaron en contra de David (II Samuel 16 y 20). En cuanto a “Sigaión”, su significado probablemente sea “errar” o “deambular”. Según algunos estudiosos tiene que ver con un estado de conmoción emocional, reflejado en un canto de lamentación.



Propósito
Desde el punto de vista de los reformadores, especialmente de Lutero, el salmo 7 es importante para el cristiano, pues siempre se debe luchar para que prevalezca la verdad y la justicia. No que el cristiano se escude en su propia justicia delante de Dios, esperando de ella su salvación; sino más bien que, ante acusaciones injustas, se debe orar apelando a la infinita sabiduría del Señor. Desde este punto de vista, el salmo 7 es un recordatorio y un texto esperanzador; en él queda claro que la venganza —prerrogativa divina— no le compete al creyente (Romanos 12.19).  


Comentario
 Aunque David oraba por su supervivencia y su liberación, de antemano confiaba plenamente en Dios; por eso, antes de elevar su petición declara solemnemente: “Jehová Dios mío, en ti he confiado” (v.1). Por otra parte, el enemigo es tipificado como una fiera amenazante, figura usada en el Nuevo Testamento para referirse a las acechanzas de Satanás (I Pedro 5.8).

Los versículos 3-5 describen el juramento de inocencia del salmista. Se puede ver en ellos el carácter moral de David, ejemplo a seguir del creyente, quien está llamado a ser un pacificador y a no pagar el mal con otro mal (compárese el versículo 4 con Romanos 12.17).

Los versículos 7-11 evidencian una perspectiva amplia, que va, más allá de la reivindicación personal, al establecimiento universal de la justicia. Dios, Juez Justo del creyente (individual), lo es también de todos “los rectos de corazón” (v. 10). Su Justicia es perfecta, pues no se fundamenta en la exterioridad de las apariencias, sino que llega hasta donde el ojo y el discernimiento humano no llega: a lo profundo del corazón (v. 9: “tú que sondeas corazón y entrañas”, Biblia del peregrino).
La cláusula del versículo 12 manifiesta la misericordia de Dios: si el impío se arrepiente, encontrará perdón; de lo contrario, perecerá atrapado en la trampa que él mismo preparó. El versículo 14 describe el pecado desde su concepción hasta su manifestación; en el Nuevo Testamento el tema es tratado por Santiago (Santiago 1.15).

El salmo concluye con una emotiva declaración de alabanza a Dios y a su Justicia; el salmista, quien ya desde el inicio confiaba en su Señor, canta himnos de alabanza a su Libertador.

jueves, 21 de abril de 2016

Salmo 6: “Jehová ha oído mi ruego”








Introducción

Este salmo es el primero de los llamados “salmos penitenciales (6, 32,38, 51, 102, 130 y 143). Expresa la oración de alguien que está profundamente agobiado por la enfermedad, el pecado, la culpa y los enemigos externos. En este salmo, el orante es consciente de todos los problemas que le rodean, expresa su dolor por tan lamentable situación y finaliza con una palabra de confianza en la que es posible ver un renovado propósito de permanecer fiel a Dios.

En cuanto a su estructura, se pueden ver tres partes claramente diferenciadas. Los versículos del 1 al 5 registran la oración de alguien que está profundamente alarmado y atribulado. Los versículos 6 y 7 no contienen ninguna petición, sino un profundo gemido que sale de lo más íntimo del corazón del sufriente. Finalmente, en los versículos del 8 al 10 se enciende la luz de la esperanza, avivada por la convicción de que Dios ha escuchado la súplica.

El salmo se le atribuye a David; se ignora las circunstancias en que fue escrito. Con respecto a la introducción, “en Neginot” probablemente significa “con cuerdas”; mientras que “sobre seminit” puede significar “instrumentos de ocho cuerdas”.



Propósito
El salmo 6 destaca dos elementos: por un lado, la ira de Dios (la cual el salmista pide que sea alejada), y la fragilidad del ser humano, expuesto a la enfermedad, el pecado y los enemigos. Se contrapone en el texto la separación definitiva de Dios (“en el Seol”) con la manifestación de la gracia y el perdón. Quedar separado de Dios significaría caer definitivamente bajo su ira, mientras que gozar de la gracia y la benevolencia del Señor implica vivir y gozar de sanidad.
El salmo 6 enseña a la Iglesia que, independientemente de las dificultades que enfrentamos como cristianos, la victoria final es del Señor, quien siempre nos vivifica por su misericordia.


Comentario
Las primeras frases del salmo enfatizan, de manera negativa, el temor de David de ser reprendido. La conciencia de David está intranquila y apela a la misericordia divina para atemperar el castigo, ya sea mediante la misericordia o por medio del amor manifestado en el Pacto que el Señor había establecido anteriormente con él (II Samuel 7).
La súplica de David involucra también un estado de ánimo o un período de enfermedad prolongado, tal como se ve en el versículo 2. En todo caso, la máxima expresión de la enfermedad es el pecado, que carcome los huesos y que se muestra como profundo dolor (Salmos 32.3; 51.8). La conmovedora expresión “¿hasta cuándo?” se registra varias veces en los salmos (13.1; 74.10, entre otros). Con ella se deja ver, al mismo tiempo, la desesperación del salmista; pero también, a la larga, que todas las demoras de Dios son períodos de maduración. 
El llanto descrito en los versículos 6 y 7 evidencian que David ha caído en un momento crítico de depresión; ocasión perfecta para que los enemigos le ataquen despiadadamente. En esta situación límite, Dios está, no obstante, a punto de intervenir.
En el versículo 8 el rostro del salmista se ilumina gracias a la manifestación gloriosa de Dios, quien ha escuchado la súplica de David. La petición de David ha sido vista con beneplácito por Dios, lo cual significa que se ha alejado el dolor y que los enemigos tienen que huir despavoridos, debido a la reivindicación que Dios ha operado de aquel que se ha humillado ante su presencia.