Introducción
David, en reiteradas ocasiones, se
vio urgido de huir para salvar su vida (cf. I Samuel 21, 22). A pesar de ser la
persona que Dios había escogido para reinar, no se vio eximido de sufrir
injusticias y temores. El salmo 11 expresa algo de ese contexto de vida del
“Dulce cantor de Israel”. Aunque el texto no indica específicamente las
circunstancias en que fue escrito, es posible deducir de su contenido que nos
encontramos ante la experiencia de una persona que se ve amenazada; tal es el
caso de David, antes de ser proclamado rey de Israel. El canto está dirigido al
músico principal. Su estructura puede ser estudiada siguiendo el siguiente
bosquejo: versículos 1 al 3: el consejo de escapatoria; versículos 4 al 7:
refugio y confianza en el Dios de Justicia.
Propósito
Cuando los consejos al salmista
—bienintencionados talvez— muestran como única opción la huida, David recuerda
que Dios es su refugio y que él reivindicará la causa de los justos. La desesperanza
se enfoca en el temor y en el poder de los enemigos; la confianza se fundamenta
en la acción de Dios y en su poder. En el Nuevo Testamento, los creyentes son
exhortados a que confíen plenamente en el Señor a pesar de las más adversas
circunstancias; es la experiencia que queda perfectamente ilustrada en los
discípulos que enfrentan atemorizados la tempestad (Mateo 8.26).
Por otra parte, el salmo 11 podría
tener también una aplicación, más allá del individuo, eclesiológica. La Iglesia
está confrontada con los poderes de este mundo; sufre persecución y muchas
veces no ve escapatoria o refugio seguro. Ante estas circunstancias, conviene
recordar que la palabra final, el juicio escatológico sobre justos e injustos,
le corresponde a Dios, quien no dejará pasar por inocente al culpable y quien,
al mismo tiempo, enjugará toda lágrima de sus hijos.
Comentario
El
versículo 1 comienza con una declaración solemne: “en Jehová he confiado”. El
salmo inicia mencionando cuál es el fundamento de su fe. Se puede confiar en
Dios porque él es Justo (v. 7). A pesar de eso, David enuncia el consejo de
aquellos que le recomiendan huir. Desde la perspectiva de ellos, los malvados
tienden su arco y disponen sus saetas para atacar; desde lo oculto se enfilan
contra los justos, al punto de pretender destruir los fundamentos del templo o
tabernáculo (v. 3). Estos tres primeros versículos deben ser vistos desde la
perspectiva de la persona que busca refugio en el tabernáculo o el templo,
donde está la presencia de Dios. El temor radica en que aquel lugar de
escapatoria sea destruido hasta sus cimientos (cf. Versión Dios Habla Hoy).
La
respuesta de David es contundente: no es un lugar de escape el que necesita,
sino un sitio de refugio. Más que escapar, lo que tiene a disposición quien
confía en el Dios de Israel es un espacio de resguardo y confianza. Si los
cimientos del tabernáculo o del templo son destruidos, los cimientos del santo
templo de Dios (v. 4) no serán conmovidos jamás, pues él tiene su trono en el
cielo. El fundamento del justo juicio de Dios es el corazón del justo. Dios ve
los corazones y sopesa las intenciones. Desde la perspectiva del Nuevo
Testamento esto debe ser entendido a la luz de la justificación: no es justo el
creyente con base en sus buenas obras, sino por la obra de redención que Dios,
en Jesucristo, ha realizado.
Si
los malvados acechan al justo, se verán sorprendidos por el ataque de Dios.
Ellos permanecen ocultos para atacar por sorpresa; no obstante, los
sorprendidos serán ellos, pues Dios enviará un ataque desde el cielo, a la
manera que destruyó a Sodoma y Gomorra. El salmo finaliza enfatizando el
carácter justo de Dios y añade una promesa: “el hombre recto mirará su rostro”
(cf. Mateo 5.8).