sábado, 7 de mayo de 2016

Salmo 8: La Gloria de Dios y la dignidad del hombre






Introducción
El salmo 8 es un pequeño tratado de antropología veterotestamentaria. En él es posible ver, de manera clara, dos principios que están en la comprensión bíblica del ser humano: 1) el hombre ha sido creado para alabar a Dios y 2) Dios le ha otorgado autoridad al hombre sobre el resto de la creación, con el fin de que sea su administrador. En una hermosa economía de palabras, el salmista logra sintetizar las relaciones de Dios con el ser humano y la relación del ser humano con la naturaleza. El salmo puede dividirse de la siguiente manera: la alabanza de la gloria de Dios (vv. 1-2); la pregunta por el hombre (vv. 3-8), alabanza conclusiva (v. 9).
El canto está dirigido “al músico principal” o al “maestro del coro”. Con respecto al epígrafe “sobre Gitit” no hay mucha claridad. Es claro que hace referencia a Gat, una región filistea cuyo nombre significa “lagar”; sin embargo, no sabemos más al respecto. Se han sugerido tres posibles interpretaciones: 1) el salmo era un canto que se entonaba en los lagares, en tiempos de la vendimia (que coincidía con la celebración de la Fiesta de los Tabernáculos), 2) el salmo debía entonarse con la melodía guitita, o 3) el salmo debía entonarse con un instrumento musical proveniente de Gat.


Propósito
El salmo 8 encierra, en un himno de alabanza, la perspectiva del salmista acerca de Dios y el ser humano. El canto contiene la pregunta que ha desvelado a filósofos y teólogos a lo largo de los siglos: ¿qué es el hombre? Con sencillez solemne el salmista contesta que el ser humano es creación suprema de Dios y que ha sido coronado de gloria y honra; pero a la vez, le coloca en la posición que le corresponde: ser un adorador del Dios supremo.
                El cantor se asombra ante el misterio de la Creación y de la vida. Exalta a Dios, quien ha puesto en la boca de los humildes (de los pequeños) una mayor comprensión de la alabanza. El Nuevo Testamento concentra todo el misterio que encierra la creación del ser humano —y que narra el salmo 8— en la persona de Jesucristo, quien en su condición de Dios Encarnado ha sido elevado hasta lo sumo y es la primicia de los que resucitarán en la Consumación y la Nueva Creación.


Comentario
                Los dos primeros versículos resumen el contenido del salmo. El Dios glorioso, cuya majestad llena toda la tierra, es también el “Señor nuestro” (“Dueño nuestro”, Biblia del Peregrino). La alabanza se entona desde lo alto, pero también desde las cunas, en los balbuceos de quienes, como los niños, reconocen la fragilidad humana y celebran con alegría y gozo la manifestación de Dios en medio nuestro (cf. Mateo 21.12-17). Tal como dice Luis Alonso Schökel: “¿Qué es el hombre? Puede ser un Prometeo rebelde, puede ser un infante que alabe a Dios” (Biblia del Peregrino).
De las criaturas de Dios, solamente el hombre puede preguntarse acerca de su esencia. Hasta donde sabemos, solamente el ser humano tiene inquietudes existenciales y pregunta acerca de su propio ser. Ahora bien, la pregunta acerca del qué es el hombre se hace en la Biblia con diferentes matices. En el salmo 144.3-4 expresa lo efímero de la vida humana; en Job 7.17 manifiesta una plegaria ante el sufrimiento humano; en Job 25.6, a manera de afirmación, se ve la pequeñez del hombre. Nada de esto está en el salmo 8, que resalta la dignidad del ser humano; dignidad que Dios mismo le ha otorgado al hacerlo “poco menor que los ángeles” y al hacerlo señorear, como dice Génesis 1.26, sobre la naturaleza. Finalmente, el salmo cierra con las mismas palabras de exaltación que expresó el salmista al inicio. Al haber realizado un recorrido sobre toda la creación, estas palabras ahora adquieren un sentido más amplio, a la vez que reitera que, mucho más sublime que la creación misma, es su Creador.

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