viernes, 18 de marzo de 2016

Salmo 3: Jehová es nuestro Escudo






Introducción
Este es el primero de los salmos que se le atribuye, directamente desde el título, a David; específicamente tiene que ver con los hechos narrados en II Samuel 15, pasaje que registra la sublevación de Absalón. Este salmo pertenece a un grupo de cantos de oración en los que se expresa el lamento del individuo, así como su confianza en Dios. Lo anterior se ve en la estructura misma del texto: en los versículos 1 y 2 el salmo muestra la situación difícil que vive el orante. Los versículos 3-6 destacan la confianza en Jehová, que se muestra como escudo, y, finalmente, los versículos 7 y 8 dejan ver la victoria y la bendición de Dios sobre aquella persona que ha puesto en Él su confianza.


Propósito
Como se dijo anteriormente, el salmo está vinculado con la rebelión de Absalón, hijo del rey David, en contra de su propio padre. Mientras que en el plano exterior la vida de David estaba fuertemente amenazada, en su corazón había una profunda confianza en el Señor. David, quien mientras huía de Absalón iba “llorando, llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos” (II Samuel 15.30), podía, no obstante, decir en su corazón y con su canto que el Señor era su gloria y quien levantaba su cabeza.
De la misma manera, el creyente en la actualidad se encuentra constantemente rodeado de amenazas. Jesús dijo que en el mundo tendríamos aflicciones; pero, de la misma manera que David, tenemos la esperanza de que aún en la más tenebrosa hora podemos estar erguidos y levantar nuestras cabezas (Lucas 21.28), sabiendo que nuestra ayuda viene del Señor.


Comentario
La multitud de los rebeldes en contra de David es patente en II Samuel 15.11-13; por eso David podría quejarse de lo numeroso de sus enemigos. La oposición se levanta y se vuelve agresiva. Las palabras del versículo 2, en lugar de dirigirse contra Dios, son una estocada certera hacia David[1].
En el versículo 3 el salmista quita los ojos de sus adversarios, de sus problemas y angustias y concentra su mirada en Dios: “mas tú Jehová”. El Señor es, para David, como un escudo (v. 3); pero no cualquier escudo, sino uno que, en lugar de cubrir una sola parte del cuerpo, le protege total y absolutamente (“Pero tú, Señor, eres mi escudo en torno”, Biblia del Peregrino).
Decir que el Señor es nuestra gloria (hebreo “kabod”: peso, riqueza, honor, brillo, o bien, lo que le da importancia a alguien) indica el honor que representa ser su siervo, así como la dignidad que Dios otorga a todos quienes en Él confían (cf. Salmo 34.5, II Corintios 3.13, 18).
Dios, que había instaurado a David como Rey de Israel, le escucha desde su monte santo. Por su parte, David puede estar confiado en el Señor y, aún en medio de la persecución dormir y despertar con el sustento del Señor (v. 5). Por esa misma razón, no importa que la rebelión sea de diez millares de gentes, aun así, David confía en Dios.
Finalmente, David levanta su oración a Dios, pidiendo ser salvado, a la vez que recuerda que anteriormente Dios ya había intervenido a favor de él. Es significativo ver que aquellos que hablaban mal de David y abrían su boca en contra de Dios, tienen como castigo el quebrantamiento tipificado como rompimiento de sus dientes. El versículo 8 es un epifonema que resume el sentido del salmo y que expresa que toda salvación de los enemigos proviene de Dios.
                                 



[1]Selah”, palabra que se encuentra al final del versículo 2 y aparece 71 veces en los salmos, podía ser una indicación musical que señalaba un interludio, o bien, una indicación de irrumpir con instumentos o voces. También se ha sugerido que es un término litúrgico  que quiere decir “inclinarse”. Lo más probable es que la primera interpretación sea la mejor. Al respecto véase Derek Kidner. Salmos 1-72. Volumen 1. Traducido por E. Adriana P. de Bedoian. Buenos Aires: Certeza, 1991, p. 34.