jueves, 21 de abril de 2016

Salmo 6: “Jehová ha oído mi ruego”








Introducción

Este salmo es el primero de los llamados “salmos penitenciales (6, 32,38, 51, 102, 130 y 143). Expresa la oración de alguien que está profundamente agobiado por la enfermedad, el pecado, la culpa y los enemigos externos. En este salmo, el orante es consciente de todos los problemas que le rodean, expresa su dolor por tan lamentable situación y finaliza con una palabra de confianza en la que es posible ver un renovado propósito de permanecer fiel a Dios.

En cuanto a su estructura, se pueden ver tres partes claramente diferenciadas. Los versículos del 1 al 5 registran la oración de alguien que está profundamente alarmado y atribulado. Los versículos 6 y 7 no contienen ninguna petición, sino un profundo gemido que sale de lo más íntimo del corazón del sufriente. Finalmente, en los versículos del 8 al 10 se enciende la luz de la esperanza, avivada por la convicción de que Dios ha escuchado la súplica.

El salmo se le atribuye a David; se ignora las circunstancias en que fue escrito. Con respecto a la introducción, “en Neginot” probablemente significa “con cuerdas”; mientras que “sobre seminit” puede significar “instrumentos de ocho cuerdas”.



Propósito
El salmo 6 destaca dos elementos: por un lado, la ira de Dios (la cual el salmista pide que sea alejada), y la fragilidad del ser humano, expuesto a la enfermedad, el pecado y los enemigos. Se contrapone en el texto la separación definitiva de Dios (“en el Seol”) con la manifestación de la gracia y el perdón. Quedar separado de Dios significaría caer definitivamente bajo su ira, mientras que gozar de la gracia y la benevolencia del Señor implica vivir y gozar de sanidad.
El salmo 6 enseña a la Iglesia que, independientemente de las dificultades que enfrentamos como cristianos, la victoria final es del Señor, quien siempre nos vivifica por su misericordia.


Comentario
Las primeras frases del salmo enfatizan, de manera negativa, el temor de David de ser reprendido. La conciencia de David está intranquila y apela a la misericordia divina para atemperar el castigo, ya sea mediante la misericordia o por medio del amor manifestado en el Pacto que el Señor había establecido anteriormente con él (II Samuel 7).
La súplica de David involucra también un estado de ánimo o un período de enfermedad prolongado, tal como se ve en el versículo 2. En todo caso, la máxima expresión de la enfermedad es el pecado, que carcome los huesos y que se muestra como profundo dolor (Salmos 32.3; 51.8). La conmovedora expresión “¿hasta cuándo?” se registra varias veces en los salmos (13.1; 74.10, entre otros). Con ella se deja ver, al mismo tiempo, la desesperación del salmista; pero también, a la larga, que todas las demoras de Dios son períodos de maduración. 
El llanto descrito en los versículos 6 y 7 evidencian que David ha caído en un momento crítico de depresión; ocasión perfecta para que los enemigos le ataquen despiadadamente. En esta situación límite, Dios está, no obstante, a punto de intervenir.
En el versículo 8 el rostro del salmista se ilumina gracias a la manifestación gloriosa de Dios, quien ha escuchado la súplica de David. La petición de David ha sido vista con beneplácito por Dios, lo cual significa que se ha alejado el dolor y que los enemigos tienen que huir despavoridos, debido a la reivindicación que Dios ha operado de aquel que se ha humillado ante su presencia.

1 comentario:

  1. verdaderamente el rey David paso por momentos duros y dificiles y sin poder escapar del sufrimiento siempre salio adelante porque confiaba plenamente en Dios y siempre tuvo muy clara su identidad.

    ResponderEliminar